lunes, 31 de diciembre de 2012

Tasas Chinas de Verano 1.1: Intervalo musical

Nos fuimos a la playa, pero queda nuestra música, todos los martes de 5 a 6 de la tarde. Les dejo los dos sets que preparamos para el programa del martes pasado, acá y acá.

Soundtrack 1: Morphine, New Build, Spoon, Thieves Like Us, La´s, Libertines, Supergrass & Massive Attack.

Soundtrack 2: Amigos Invisibles, Buika, Santullo, Martín Buscaglia, Ketama, La Perra que los Parió & Virus.

Buen comienzo de año.


domingo, 23 de diciembre de 2012

Solidaridad calvinista

Transcribo un cuento breve de Italo Calvino (traducido del español por un servidor). Cortesía de un querida amiga coleccionista de retazos literarios (acá, la versión "castiza"). Son tantas las interpretaciones del cuentito que prefiero no arruinarlo con una selección pueril.




Solidaridad

Me detuve a mirarlos.
Trabajaban así, de noche, en una calle apartada, contra la persiana metálica de una tienda.
La persiana era pesada: hacían palanca con una barra de hierro, pero no se levantaba.
Yo pasaba por allí, solo y sin rumbo. Me puse a empujar yo también con la barra. Ellos me hicieron lugar.
No marchábamos acompasados; yo dije "¡Vamos!". El compañero de la derecha me dio un codazo en voz baja:
-¡Callate! -me dijo-, ¿estás loco? ¿Querés que nos oigan?
Sacudí la cabeza como para decir que se me había escapado.
Hicimos un esfuerzo, sudamos, pero al final la levantamos tanto que se podía pasar. Nos miramos, contentos. Después entramos. A mí me dieron una bolsa para que sostuviera. Los otros traían cosas y las metían adentro.
- ¡Con tal que no lleguen esos putos de la policía! -decían.
- Cierto -respondía yo-. ¡Putos, eso es lo que son!
- Silencio. ¿No oyen ruido de pasos? -decía uno de vez en cuando. Yo paraba la oreja con un poco de miedo.
- ¡No, no son ellos! -contestaba.
Otro me decía:
- ¡Llegan siempre cuando menos se los espera!
Yo sacudía la cabeza.
- Matarlos a todos, eso es lo que habría que hacer -decía yo.
Después me dijeron que saliera un momento, hasta la esquina, a ver si llegaba alguien. Salí.
Afuera, en la esquina, había otros tipos, pegados a las paredes, escondidos en los ángulos, que se acercaban.
Me uní a ellos.
- Hay ruidos por allí, por aquellas tiendas -dijo el que tenía más cerca.
Estiré el cuello.
- Meté la cabeza, imbécil, que si nos ven escapan otra vez -murmuró.
- Estaba mirando... -me disculpé, y me apoyé en la pared.
- Si conseguimos rodearlos sin que se den cuenta -dijo otro- caerán todos en la trampa.
Nos movimos a saltos, de a puntas de pié, conteniendo al respiración: a cada momento nos mirábamos con ojos brillantes.
- No se nos escaparán -dije.
- Por fin vamos a atraparlos con las manos en la masa -dijo uno.
- Ya era hora -dije yo.
- ¡Delincuentes, atorrantes, desvalijar así las tiendas! -dijo aquél.
- ¡Atorrantes, atorrantes! -repetí yo con rabia.
Me mandaron un poco adelante, para ver. Caí dentro de la tienda.
- Ahora -decía uno cargando una bolsa al hombro.
- ¡Rápido -dijo otro- cortemos camino por la trastienda! ¡Así nos escabullimos delante de sus propias narices!
Todos teníamos una sonrisa de triunfo en los labios.
- Se van a quedar con la boca abierta -dije.
Y nos escurrimos por la trastienda.
- ¡Una vez más caen como idiotas! -decían.
En eso se oyó:
- Alto ahí, ¿quién va? -y se encendieron las luces.
Nos agachamos para escondernos detrás de un tacho de basura, pálidos, y nos tomamos de la mano. Otros entraron también allí, no nos vieron, dieron media vuelta. Salimos rajando.
- ¡Los cagamos! -gritamos. Yo tropecé dos o tres veces y me quedé atrás. Me encontré en medio de los otros que también corrían.
- Corré -me dijeron-, que los alcanzamos.
Y galopábamos todos por el callejón, persiguiéndolos.
- Corré por aquí, cortá por allá -nos decíamos y los otros ya nos llevaban poca ventaja, y nos gritábamos-: ¡Corré, que se nos escapan!
Yo conseguí pisarles los talones a uno que me dijo:
- Bravo, pudiste escapar. ¡Ánimo, por aquí, que los haremos perder la pista! -Y me puse a su lado. Al cabo de un momento me encontré solo en un callejón. Uno se me acercó, me dijo corriendo:
- Por aquí, los he visto, no pueden estar lejos. -Corrí un poco detrás de él.
Después me detuve, sudando. no había nadie, no se oían más gritos. Metí las manos en los bolsillos y seguí paseando, solo y sin rumbo.

La historia sin fin de la deuda argentina (La Vanguardia, Barcelona, 19/12/12)

Atrapada en su propio laberinto, Argentina enfrenta un dilema. De acuerdo a la Ley Cerrojo, aprobada antes del canje de deuda de 2005 para estimular la aceptación de los bonistas, el país no puede hacer pagos ni presentar ofertas a los bonistas que no entraron (holdouts). De acuerdo al reciente fallo del juez de Nueva York Thomas Griesa, Argentina está inhibida de pagar a los bonistas sin antes depositar todo lo reclamado por los holdouts litigantes. Así, la Argentina no puede pagar a los holdouts (según la ley local) ni pagar a los bonistas (según la ley de Nueva York).

En su fallo, Griesa no sólo aceptó la versión del tratamiento equitativo (pari passu) propuesto por los holdouts (pagar todo lo adeudado, en efectivo) sino que levantó el carácter suspensivo de su orden de febrero de 2012 y obligó a Argentina a depositar en garantía, con el próximo pago, la totalidad de lo demandado por los litigantes (u$s 1,33 mil millones) –argumentando que la Argentina había dado señales de que no acataría un fallo en contra. Además, la sentencia fue más allá de lo esperado al prohibirle al fiduciario de los bonistas (Bank of New York Mellon, BoNY) girar el dinero a los bonistas si no se constituye dicha garantía.

Este giro tuvo dos implicaciones. Primero, si la Argentina pagaba a los bonistas sin hacer el depósito, corría el riesgo de que el BoNY se negara a transferir el dinero, disparando un default técnico. Así, Griesa convertía al BoNY en el eslabón débil por donde el blindaje anti-litigios del canje podría ser perforado.

Segundo, Argentina enfrentaba un dilema delicado: si pagaba, una sentencia desfavorable lo habría hecho cumplir con un fallo excesivo (y, desde muchos puntos de vista, injusto); si no pagaba, socavaba su apelación al revelar su falta de voluntad de cumplir con un fallo adverso. Como en el póker, Griesa obligaba a Argentina a pagar para ver.

Afortunadamente, la Cámara de apelaciones repuso la medida cautelar postergando el desenlace para marzo –y probablemente para octubre dado que, aún si la Cámara no favorece a la Argentina, es improbable que levante la cautelar antes de que se resuelva la apelación ante la Corte Suprema. La suspensión permite ganar tiempo, pero no revierte el fallo original de Griesa ni resuelve el problema.

¿Hay salida de este laberinto? Desobedecer probablemente implique el redireccionamiento de los pagos por fuera de la cadena intervenida por Griesa en su último fallo, a otra plaza financiera no sujeta a la ley de Nueva York. Esto constituiría un default sólo si los bonistas no aceptaran dicho pago.

¿Por qué no lo aceptarían? Porque, logradas ciertas mayorías, estarían en condiciones de declarar a los bonos del canje en default y acelerarlos: pedir el pago anticipado de toda la deuda por incumplimiento de contrato. En la práctica, sin embargo, los incentivos suelen operan en el sentido contrario: si nadie aceptara, el país se vería obligado a repudiar la deuda por incapacidad de pago y nadie vería un peso –un equilibrio malo en el que pierden todos, en las antípodas de la solución cooperativa promovida por un canje de deuda exitoso. Es precisamente esta solución cooperativa la que parasitan los holdouts y, ahora, castiga el fallo de Griesa.

¿Qué dice la economía al respecto? En principio, que la victoria de los holdouts podría ser una derrota para los mercados financieros. Los holdouts litigantes –en su mayoría, fondos buitres y bufetes de abogados que compran bonos a precio de remate a bonistas desahuciados, especulando con que, luego de que todos entren al canje, el gobierno ceda al acoso legal y pague a escondidas la pequeña deuda pendiente– son la consecuencia de la falta de una ley de quiebras internacional que regule las restructuraciones soberanas.

En una convocatoria de acreedores el juez impone a todos una restructuración que contemple la capacidad de pago del deudor (la preservación del valor de la firma por sobre el desguace) y la equidad de los acreedores (que maximicen el cobro sujeto a la capacidad de pago). En este caso, se evitan tanto los canjes extorsivos como los holdouts.

En ausencia de un mecanismo de reestructuración internacional, a partir de 2002 los emisores soberanos adoptaron “cláusulas de acción colectiva” (CAC) que permiten modificar legalmente el contrato con el apoyo de un número suficiente de acreedores, eliminando la posibilidad de litigios. De hecho, la Cámara de Apelación argumentó que la orden de Griesa no implicaba un riesgo para otros bonos en Nueva York precisamente por la proliferación de estas CACs.

Pero esto último no es estrictamente cierto, por tres motivos. Primero, hay mucha deuda soberana emitida sin CACs. Segundo, las CACs son válidas bono por bono (esto es, sin agregación) y pueden ser fácilmente bloqueadas si los holdouts compraran un porcentaje alto de emisiones chicas. Tercero, aún si las CACs no fueran bloqueadas, la posibilidad de cobrar todo al contado en las cortes reduciría enormemente el incentivo para coordinar una reestructuración vía CACs: con el fallo de Griesa, todos querrían ser holdouts.

Dicho esto, no es imposible concebir un final feliz. Si la Cámara se inclinara por una interpretación más literal del pari passu como “igualdad de condiciones”, los holdouts podrían ser invitados, nuevamente, a participar del canje ya ofrecido al resto de los bonistas.

A menos que la Argentina proponga una fórmula alternativa de pago a los holdouts, la Cámara debería optar entre la fórmula maximalista exigida por los litigantes y aceptada por Griesa (todo y en efectivo) y lo ofrecido por la Argentina: cero. Insistir con no pagar un centavo podría acabar beneficiando a los holdouts con una sentencia en firme por un monto exorbitante.

Pero con el precedente de la suspensión de la Ley Cerrojo para reabrir el canje en 2010, el Gobierno bien podría proponer una nueva suspensión de la ley y reapertura del canje, una alternativa ya insinuada por voceros oficiales para lo cual se contaría acuerdo parlamentario.

Bastaría entonces con que el gobierno y la oposición entendieran que una negociación con la justicia de Nueva York que se limitara a ofrecerle a los holdouts lo mismo ya ofrecido al resto de los bonistas sería una derrota legal para los buitres y una victoria legal para el país, cerrando de una vez y para siempre la interminable saga de la deuda. Y sentando un precedente que comience a llenar un importante vacío en la arquitectura financiera internacional, en momentos en los que nuevas reestructuraciones soberanas son altamente probables.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.23: Cordón condón chandon

Último programa de la primera temporada de Tasas Chinas, acá y acá y acá. Hora y media de magia radiofónica, con invitado de lujo: Ricardo Piglia, hablando de literatura, crítica, intelectaules y política. Más brindis de despedida con quipo completo, y furcio final de un servidor.

Soundtrack: Demdike Stare, King Crimson, Stereolab, Delgados, Liliana Herrero.

De yapa, la introducción (¿extroducción?) del programa final:

En la era del yuyo también se acaba el año. Este es el programa número 23 de Tasas chinas. Último episodio de la primera temporada. 

Por más que hicimos fuerza, Argentina no crece. Será que perdimos el envión. El yuyo nos mira resignado, temeroso del cambio de moda. Pero para nosotros siempre será un referente, un mojón simbólico de los años gordos. La sojización es un sueño eterno.

El otro día en una entrevista sobre econovelistas, el amigo Sebastián Campanario me preguntó a qué novela, cuento o poema se parece la coyuntura económica argentina actual. Me vino a la mente
La salud de los enfermos, un cuento de Cortázar en el que para cuidar la salud de la madre, la familia le oculta la muerte del hijo con una trama de engaños y cartas apócrifas, con tal convicción que todos terminan creyéndose el relato.

En Eterno resplandor de una mente sin recuerdos Jim Carrey se somete a una operación para extirpar el recuerdo de Kate Winslet, la novia que lo dejó. Que no sólo lo dejó sino que extirpó los recuerdos de él y ahora no lo reconoce por la calle.

Técnicamente, la operación es daño cerebral, le dice el médico a cargo de la intervención a Jim Carrey en la primera consulta. Pero es comparable a una noche de borrachera: Nada que vayas a extrañar.

Durante la operación Jim va perdiendo uno a uno los recuerdos de las horas pasadas con Kate. Sueña con ella, y en sus sueños ve desaperecer escenas completas de su vida juntos, o lo que recuerda de su vida juntos. En algún momento se arrepiente y corre en el espacio de sus recuerdos, trata de ocultarse de la máquina que ausculta su cabeza buscando los rastros de Kate. Jim se esconde debajo de una mesa de cocina pero al siguiente segundo la mesa ya no está. La cocina ya no está. Hay sólo un espacio vacío.

Ayer, desapareció una de las series que uso para aproximar el crecimiento de la economía desde 2007, el año en el que el Indec empezó a reportar números de crecimiento mayores a los reales. Cada tantos meses desaparece alguno de los índices de precios de Indec provinciales, indequitos, que uso para aproximar la inflación desde 2007, el año en el que el Indec empezó a reportar números de inflación menores a los reales.

Como Jim Carrey, vuelvo a los lugares habituales buscando mi númerito y encuentro un espacio vacío.

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Metáfora de la información menguante en la era del relato.

Argentina no crece, planea en la niebla. Sin datos. Volamos con visibilidad cero, volamos por instrumentos. El piloto nos cuenta por donde pasa el avión, la velocidad de crucero, la altura a la que vuela. No ve nada, no tiene idea. Lee los nombres de los lugares de un libro negro, la velocidad y la altitud de un aparato negro. Da la sensación de que el avión está perdiendo altura pero puede que sea un pozo de aire. Lo sabremos al llegar. Cada vez que el avión tiembla aparece una nueva raya en la pantalla del televisor. En el televisor pasan una de Jim Carrey. En blanco y negro, doblada al español. 


Este es el programa número 23 de Tasas chinas. Último episodio de la primera temporada. La semana que viene estamos todos de vacaciones. En pantalón corto y musculosa. Deseando que el verano dure para siempre.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.22: Medios, política y la insoportable subjetividad del ser

Audio del último programa acá y acá. Sebastián Etchemendy sobre Ley de Medios y manifestalización del debate político. Soundtrack: Joni Mitchell, Tanlines, Xtantiero, Spoon, Loenard Cohen.

Les dejo las palabras introductorias, apenas audibles entre los tambores.

En la sobremesa del sábado se cristiniza la conversa. No recuerdo bien como empieza el asunto. Comento la discusión sobre la ley de medios del programa pasado. Las paralabras de Alejandro Pereyra sobre la distancia entre la letra y la realidad de la ley de medios. La decepción de la progresía bienpensante que vota un proyecto por lo que dice y luego se sorprende de los resultados, de que le contrabandeen artículos o le bloqueen el nombramiento de sus representantes. Como le pasó a Pereyra.

Me piden ejemplos y menciono la denuncia de la Junta Indígena Nacional, de que con la excusa de la inclusión de los pueblos opriginarios el gobierno entrega licencias a miembros del Kolina de Alica Kirchner, menciono que los grupos de medios oligopólicos sin cotización pública adelantaron que desinvertirían desguazando el grupo entre familiares y testaferros, como salió en los medios. ¿En qué medios?, me preguntan.

Tocado.

Hablamos de temas complejos y opinables donde no hay fuentes objetivas. Ese es el triunfo del relato, la derrota cultural. Como no hay fuentes ob-je-ti-vas, pues simplemente no hay fuentes. Y sin fuentes no hay debate, hay tribuna. Un partido emotivo pero feo.

No debería pero insisto. Lo mismo sucede con la inflación, les digo. El Indec dice 10%. La oposición 24%. El Indec miente, dice la oposición. La oposición miente, dice el Indec. Entonces nadie tiene razón. Entonces no será ni 10% ni 24%. Somos plurales, vivos. No nos comemos el verso: todos tienen algo de razón y algo de mentira. Partamos la diferencia: 17%. Y así, la irrealidad del relato gana 7%.

La inflación es distinta, me dicen. Se siente. Cierto. La inflación es una sensación.

No debería pero insisto. ¿Qué sucede con todo lo demás, lo que no se siente?, les digo. Hace un mes publiqué con un colega un informe sobre el tamaño y la evolución comparada de la industria argentina. Corto, descriptivo, basado en datos oficiales. El informe mostraba que los datos del Ministerio de Economía indicaban que la industria no había crecido en los últimos años como dicen los funcionarios del Ministerio de Economía en sus discursos.

Escribas oficialistas y lobistas del proteccionimo sectorial criticaron el informe porque definía mal la industria. No somos nosotros los que la definimos, respondimos, es el Ministerio de Economía. Está todo en la página del Ministerio. Entren y vean. Pero la industria no se siente, y los datos, aún los oficiales, se construyen. Así estamos, construyendo datos, abrazados a la ficción.

No debería pero insisto. Los datos son, no se construyen, les digo. Ellos disienten. Depende de cómo se presenten, del enfoque y del corte, me dicen. Uno de ellos me da un ejemplo: si cambias el eje de medición de un gráfico un cambio pequeño puede verse como un cambio más grande. Mi amigo es ingeniero.

No, le digo. Un cambio no se hace más grande si reduzco la escala del eje. Tampoco se hace pequeño si alejo de mi vista la página donde imprimí el gráfico. Si algo que ayer valía 10 hoy vale 5, sé positivamente tres cosas: que hoy es más pequeño, que hoy es 5 más pequeño, y que hoy es la mitad que ayer. No importa la unidad, el color del gráfico o la mancha de café sobre la hoja. El dato es, no se construye.

Hay una diferencia semántica esencial entre la medición del dato y su interpretación. Podemos decir que la inflación no mide exactamente el costo de vida. Podemos decir que, por la presencia de mejores bienes y servicios públicos no incluidos en el ingreso, el pobre, definido como quien no supera un cierto nivel de ingresos, es hoy menos pobre que hace 50 años. Podemos interpretar los datos. Pero si ponemos en duda el mero dato, todas las intepretaciones se vuelven igualmente posibles, y se cancela la posibilidad de construir un saber objetivo.

El obispo George Berkely, idealista del siglo 18 y precursor del relato, decía que existían sólo dos tipos de cosas: espíritus e ideas. Los espíritus eran seres activos que creaban y percibían ideas, y las ideas eran seres pasivos creados y producidos por los espíritus. Ser es ser percibido, decía Berkely. El calor, el dolor de cabeza, la resaca, la indigestión, la inseguridad, la inflación, la pobreza, el hambre, serían apenas percepciones del espíritu. Un espíritu que bien podría ser único ya que no hay manera de confirmar si los demás espíritus con los que convivimos, discutimos y cogemos son más que frutos de nuestra imaginación.

Berkeley me angustia.

Necesitamos el dato para describir la realidad y ordenar su interpretación. Para no ser todos Berkeleys, debatiendo con nosotros mismos, vehementes defensores de mundos imaginarios.

Pero esta vez no insisto. Ya son las tres de la mañana y en vistas de que la batalla está perdida opto por seguir los consejos del obispo y refugiarme en mi isla berkliana y perderme media hora en mi selva personal mientras me repito como un mantra la realidad existe la realidad existe la realidad existe, hasta que la realidad me despierta con la cuenta.

martes, 4 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.21: La realidad, intacta

Programa 21 de Tasas Chinas, acá y acá. Diego Valenzuela sobre Sarmiento, historia y política del AMBA y Alejandro Pereyra sobre Ley de medios. Y el debut de la hermosa cortina de Tasas Chinas que nos ofrendaron los amigos de Xtantiero.

Soundtrack: Ryuichi Sakamoto/Gustavo Santaolalla, the Beta Band, Xtantiero, Santullo, Paolo Conte.

Para los que quieren sufrirla de nuevo, va la introducción del programa.

¿En qué estábamos? 

Este es el programa número 21 de Tasas Chinas en la era del yuyo.

Las tasas ya no son chinas, son japonesas. Un poco por arriba del 1% este año, un poco por arriba del 3% el año siguiente. Nos salva Brasil: si levanta, nos levanta un poco; si no levanta, como parece…bueno, consuelo de tontos.

Y el yuyo ya no es lo que era. El precio puede subir, claro. También puede bajar. Así estamos, pendulando del tallo, negando la ley de gravedad. Como las tapas del día antes de la elección, Carta Abierta tiene dos versiones ya escritas sobre el tema. En una el héroe vence al mundo, en la otra el héroe nos defiende del mundo. En ambos casos el resultado será, a posteriori, cantado. En las postrimerías de la era del yuyo la realidad sólo confirma la ficción.

Lo que el relato no tolera es la postergación. Entre victorias y derrotas, entre amigos y enemigos, la realidad se filtra en los intersticios, justo en el medio de discursos antagónicos. Cuesta articular la medianía, la falta de definición, la suspensión del desenlace. ¿Cómo interpretar los datos cuando no tienen dirección, cuando sólo nos dicen que seguiremos más o menos así por un tiempo indefinido, cuando la trama apenas avanza, imperceptible como un caracol?

En el discurso mediático la realidad habla a los gritos, cualquier dato es señal del colapso inminente, o prueba del resurgimiento inminente. La realidad se desmaterializa dinamitada por el montaje cinético, por la adrenalina del minuto a minuto, por el facón de Gvirtz o el primer plano lacerante de Mauro Viale. El discurrir cotidiano, sin estridencias, no contribuye al relato. El maestro de ceremonias se aburre, mira ansioso al productor, pide un corte. A las medias tintas las escupe Dios. Por eso el final de la programación nos deja un malestar que a esas alturas cuesta identificar de dónde viene.

Tu sombra está sobre la línea de seguridad, le dice el personaje de Kangho Song en la película coreana Zona de Seguridad Compartida, que se desarrolla en la zona de seguridad compartida entre las dos Coreas. La realidad argentina habita ese no lugar entre fronteras ideológicas de la guerra fría. A cada paso suena el fuego cruzado de los guardias apostados a ambos lados de la zona, contra un fondo de propaganda oficial que sale continuamente de los parlantes.

Nos zambullimos bien por debajo de la ola gigante hasta casi tocar el fondo de arena y nos quedamos un rato largo, quietos, rodeados del silencio del mar. El estruendo de la ola es un sonido que se extingue lejano, como el bajo del último tema de la fiesta en la terraza. Salimos a la superficie y reconocemos de un lado el horizonte, del otro la playa. La realidad sigue ahí. Intacta.

"Esta es la definición de mi vida", dice Stephen Manson. "Tirado en la cama bajo la luz del sol, atragantándome con la pastilla que me dio el médico para sacarme el pozo."

¿En qué estábamos?

Estimados oyentes, éste es el programa número 21 de Tasas Chinas.

"Si hay algo que quieran decir, diganlo a los gritos que está todo bien."