domingo, 8 de septiembre de 2013

Dame un chico y te daré al hombre

(Publicada el 8 de septiembre en Diario Perfil)

En 1964 unos documentalistas ingleses liderados por Paul Almond reúnen y entrevistan en Londres a catorce chicos de 7 años de procedencia socioeconómica lo suficientemente variada como para representar a la sociedad británica de 1964. El documental se llama Seven up!

Uno de los entrevistadores y futuro director, Michael Apted, planea reunirlos y reentrevistarlos 7 años más tarde para corroborar si el chico de 7 anticipó al muchacho de 14. “Hacemos esto porque queremos tener una idea de la Inglaterra del 2000”, dice, “la cajera y el ejecutivo del año 2000 tienen hoy 7 años”. Efectivamente, Apted entrevista y filma al mismo grupo cada 7 años. La última entrega, 56 up, se estrenó en Inglaterra el año pasado.

En esta serie de documentales (previsiblemente llamada “la serie Up”) se ve a Tony, del humilde East End de Londres, diciendo a cámara a los 7 años que de grande será jockey y que, si no lo lograra, será taxista. A Tony se lo ve de nuevo a los 14 entrenando para jockey en un establo, y a los 21, tras haber fracasado como jockey, entrenando para el Knowledge (el examen de taxista). En la serie se ve a tres chicos ricos, Andrew, John y Charles, enumerando a los 7 años los colegios y universidades a la que piensan ir y, más tarde, a los dos primeros yendo a esos mismos colegios y universidades. Se ve a Bruce, pupilo en una escuela privada, diciendo a los 7 años que quiere ser misionero para enseñar a los chicos pobres de África y, más tarde, enseñando en escuelas del East End y de Bangladesh. Se ve a Jackie y Sue, de hogares de bajos recursos, diciendo a los 14 que su aspiración es formar una familia; a los 21 las dos están casadas y con hijos, sin educación universitaria y en trabajos de baja calificación.

En el primer documental los productores piensan en hacer que los chicos formen fila y que tres de ellos den un paso al frente y digan: "De estos chicos sólo tres tendrán éxito". Tal vez porque la interpretación dice tanto del objeto como de su observador (mientras filmaba 21 up, Apted hizo tomas de Tony en barrios marginales para usarlas en el futuro porque esperaba que Tony se volviera un delincuente), la serie confirma en la mayoría de los casos la tesis política detrás del proyecto: la estructura clasista británica determina la suerte socioeconómica de los chicos al nacer. Con una excepción (precisamente el jockey frustrado por el que Apted daba tan poco, que al convertirse en taxista sube un escalón social), los demás protagonistas permanecen dentro de sus clases de origen.

Pero con el correr de los septenios la investigación gira hacia el costado psicológico de la premisa determinista jesuita invocada en el primer programa: “Dame un chico hasta los 7 años y te daré al hombre”. A medida que el ensayo de clase se aclara (más o menos a la altura de 21 up), el ensayo personal se vuelve más central y complejo: cuanto más cambian los protagonistas más se parecen a sí mismos, a sus versiones enanas en blanco y negro, como si se tratara de personajes guionados de un tirón por un mismo autor en una noche de insomnio. Lo que dispara la pregunta: ¿Cuántos de nosotros hemos vivido de acuerdo a los planes formateados desde los 7 años por nuestra familia y nuestra clase social?

(Mientras escribo esto hago memoria: a los 7 no tenía idea de qué sería de grande, a los 14 quería ser músico, a los 21 psicólogo de laboratorio, a los 28 pensaba en abandonar el doctorado, a los 35 en frenar una corrida cambiaria, a los 42 vivía en Manhattan sin tiempo para pensar en nada, a los 49, supongo, querré volver a tener 28. En todo caso, nunca tuve mucha idea de lo que sería y cuando creí tenerla no se materializó ni duró. Mejor así. Pensar que existe allá afuera una grabación casera, temprana, donde expreso mi interés por la economía o por la redacción de columnas dominicales sería terriblemente anticlimático.)



2 comentarios:

  1. Ely, yo quería ser bailarina clásica pero mi padre frustró mi sueño. No obstante, mantengo ese amor primigenio por las expresiones del arte clásico en general y me estoy formando en teatro.
    Ahora como bien Ud. dice, es fantástico que se instale el cambio en nuestra vida, que en realidad es lo único permanente.
    Sí sé cómo quiero terminar mis días: en un voluntariado por una causa justa, probablemente muy lejos de esta tierra, educando a quien lo necesite, siendo útil a otros seres humanos.

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  2. Entiendo el comentario del final. Lo comparto también, pero no del todo. Yo tengo 69, y viendo a mis compañeros del secundario me sorprende muchas veces descubrir que el adulto que es ya estaba preanunciado en el adolescente que éramos.

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